martes, 18 de mayo de 2010

20. VEN, ESPÍRITU SANTO. ¡TE NECESITAMOS!


VEN ESPÍRITU DE JESÚS, ENRIQUÉCENOS.
MIRA NUESTRO VACÍO (PERSONAL, COMO FAMILIA, COMO PARROQUIA)
SI TÚ NOS FALTAS POR DENTRO
Benedicto XVI en el Regina coeli del 31-5-2009 meditando sobre el Espíritu Santo, lo definió cual “alma de la Iglesia”, sin el cual esta “sería un gran movimiento histórico, una compleja y sólida institución social, tal vez una suerte de agencia humanitaria. Y es así como la consideran aquellos que están fuera de una óptica de fe”.
“Sin embargo –prosiguió el Papa- la Iglesia está incesantemente plasmada y guiada por el Espírito de su Señor. Es un cuerpo vivo, cuya vitalidad es justamente fruto del invisible Espíritu Divino”.
Más adelante recordó la presencia mariana y su relación con el Espíritu: “En Nazaret, Ella recibió el anuncio de su singular maternidad e inmediatamente después de haber concebido a Jesús por obra del Espíritu Santo, por el mismo Espíritu de Amor fue impulsada a salir al encuentro de su anciana pariente Isabel. La joven María es estupendo ícono de la Iglesia en perenne juventud del Espíritu, de la Iglesia misionera del Verbo encarnado, llamada a llevarlo al mundo y a testimoniarlo en el servicio de la caridad”.

SIN EL ESPÍRITU NOS FALTA LUZ Y FUERZA; CON ÉL TODO CAMBIA
"¿Como se hace 'nuestro', hoy, el acontecimiento pascual, realizado de una vez para siempre? Por medio de Aquel mismo que es su artífice desde el origen y en la plenitud de los tiempos: el Espíritu Santo. El es personalmente la Novedad en acción, en el mundo. El es la Presencia de Dios-con-nosotros, 'unido a nuestro espíritu' (Rom 8, 16). Sin Él, Dios está lejos; Cristo se encuentra en el pasado; el Evangelio es letra muerta; la Iglesia, una simple organización; la autoridad, despotismo; la misión, propaganda; el culto, una evocación; y la vida cristiana, una moral de esclavos.
Pero, en el Espíritu Santo y en permanente comunión con él, el cosmos queda elevado y gime en el alumbramiento del Reino; el hombre se mantiene en lucha contra la carne; Cristo resucitado está presente; el Evangelio es poder de vida; la Iglesia significa comunión trinitaria; la autoridad es un servicio liberador; la misión es u nuevo Pentecostés; la liturgia es memorial y anticipación; y toda la vida cristiana queda deificada" (Ignacio Hazim, Voici, je fais toutes les choses nouvelles, en "Irenikon", 42 [1968] pp. 351-352).

Sin el Espíritu Santo, Dios no sólo está lejos, sino que es infinita lejanía. Es el Inaccesible, Creador y Señor que todo lo puede y que todo lo domina, que inspira respeto e incluso miedo, que sobrecoge por su infinitud y que oprime con su grandeza. Sin embargo, con el Espíritu, Dios es cercanía infinita, Ternura, Amor-Amistad, Presencia viva, Misericordia entrañable. Por eso, nuestra actitud fundamental ante él es la adoración estremecida, la fe inquebrantable en su Amor, la cooperación responsable y la alabanza agradecida. La adoración no es esclavitud sino "el éxtasis del amor" (Sor Isabel de la Trinidad).
Con el Espíritu Santo, Dios, para nosotros, es Abbà. Y nosotros somos, para él, hijos pequeños, entrañablemente amados. "La prueba de que sois hijos es que Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama: ¡Abbà, Padre! De modo que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero, por voluntad de Dios" (Gál 4, 6-7).
Sin el Espíritu, Jesús es simplemente un personaje histórico, que vivió en el pasado; que nos dejó, ciertamente, un magnífico ejemplo de vida y un esplendoroso mensaje doctrinal; pero, nada más. Con el Espíritu, en cambio, Jesucristo está infinitamente vivo y presente. Más íntimo a nosotros que nosotros mismos.
Sin el Espíritu Santo, el Evangelio es un libro y, en definitiva, letra muerta. Con el Espíritu, el Evangelio es una Persona viva y vivificante, cuya palabra es fuerza y poder de vida, que todo lo ilumina, que da sentido a todo y que es capaz de transformar por dentro al hombre y la sociedad entera. Con el Espíritu, el Evangelio es perenne actualidad.
Sin el Espíritu, la Iglesia no pasa de ser una simple organiza­ción, similar a otras muchas organizaciones e instituciones humanas. Sin embargo, con el Espíritu Santo, la Iglesia es misterio: la realización histórica y social del plan salvador de Dios sobre la humanidad, sacramento de Cristo, presencia visible del Cristo invisible, instrumento del Espíritu en la salvación de los hombres. Con el Espíritu, la Iglesia es una Comunión de vida con Dios en Jesucristo, que se hace comunión de vida con los hombres.
Sin el Espíritu de Jesús, la autoridad es poder y dominio, se convierte en autoritarismo o en permisividad. En cambio, con el Espíritu Santo, la autoridad es diakonía, servicio humilde de amor a los hermanos y, por lo mismo, un auténtico servicio de liberación, que promueve la verdadera libertad de los hijos de Dios.
Sin el Espíritu, la misión se queda en simple propaganda, en anuncio publicitario. Sin el Espíritu, el 'apostolado' es actividad humana, benéfica o asistencial -y, a veces, mero activismo-; pero deja de ser verdadero apostolado y, por consiguiente, acción realmente salvadora. Con el Espíritu Santo la misión es una mística, porque es una acción del mismo Espíritu a través de nosotros, y ser convierte en un nuevo Pentecostés.
Sin el Espíritu Santo, el culto es una serie de ritos y de ceremonias y la liturgia es una representación vacía de contenido y de vida, una simple evocación o un recuerdo de acontecimientos que pertenecen al pasado. Con el Espíritu, el culto es vida y la liturgia es recuerdo vivo y actualización real de todo el misterio de Cristo: Encarnación-vida-pasión- muerte-resurrección.
Sin el Espíritu, la vida 'cristiana' deja de ser verdaderamente cristiana, porque ya no es una vida en Cristo y desde Cristo; y deja de ser también verdaderamente espiritual, porque no es una vida en el Espíritu y desde el Espíritu. Y la moral se hace una 'moral de esclavos'. Sin embargo, con el Espíritu Santo, la vida es de verdad cristiana y espiritual porque Cristo y el Espíritu son de verdad los auténticos protagonistas de esta vida.

Este breve análisis pudiera servirnos un poco de test, para medir, de alguna manera, hasta qué punto somos de verdad cristianos y espirituales, en el sentido fuerte de estas palabras. Y, sobre todo, como prospectiva, es decir, como mirada hacia adelante: hacia lo que tenemos que ser y hacia lo que tenemos que vivir, prescindiendo de si, hasta aquí, lo hemos vivido o no (cf Flp 3, 14).


POR ESO, INVOQUEMOS CON CONFIANZA AL ESPÍRITU
Ven, Espíritu Divino, manda tu luz desde el cielo. Padre amoroso del pobre, don en tus dones espléndido; luz que penetra las almas, fuente del mayor consuelo.
Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo, tregua en el duro trabajo, gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos.
Entra hasta el fondo del alma, divina luz, y enriquécenos. Mira el vacío del hombre si tú le faltas por dentro. Mira el poder del pecado cuando no envías tu aliento.
Riega la tierra en sequía, sana el corazón del enfermo; lava las manchas, infunde calor de vida en el hielo, doma el espíritu indómito, guía al que tuerce el sendero.
Reparte tus siete dones, según la fe de tus siervos; por tu bondad y tu gracia, dale al esfuerzo su mérito; salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno.
Para orar acompañados de música e imágenes:


Como Parroquia durante estos días tendremos dos acontecimientos “fuertes”, hechos posibles por la acción del Espíritu: la Confirmación de algunos adolescentes y jóvenes (sábado 22 a las 7.30 en la Catedral) y la Primera Comunión de un grupo de niños (los domingos 23 y 30 a las 11.45 en nuestra iglesia).
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