sábado, 28 de noviembre de 2009

6. ADVIENTO 2009



ADVIENTO 

2009



Al comenzar un nuevo Adviento, deseamos que se robustezca nuestra esperanza para que no nos falten deseos del Señor de la Vida que vino, viene y vendrá.

ALGUNAS CANCIONES DE ADVIENTO PARA ESCUCHAR Y CON LA POSIBILIDAD DE ACOMPAÑAR LA ESCUCHA CON IMÁGENES




MusicPlaylist
¿Cómo utilizar este “chisme musical”?
Para que empiece a sonar la música y verse las imágenes hay que pinchar en (>) después de haber parado el "Ultreia musical" del margen derecho pinchando en (II) situado en la parte superior derecha.

Si se quiere dejar de escuchar la música hay que dar un clik abajo en el centro (II); para seguir escuchando la misma canción en (>); para escuchar la siguiente canción o posteriores en (>>); para escuchar alguna canción anterior en (<<).
Hay que hacer un clik arriba a la izquierda de la pantalla (<=) para seleccionar con otro click la canción deseada de la lista. Para ver las imágenes más grandes basta con hacer click en You tube (en la parte central a la derecha de la pantalla)
Puede parecer difícil pero es muy sencillo. ¡Ánimo! Déjate meter en el adviento por las imágenes y la música.

UN VIDEO CORTO PARA COMPRENDER EL SENTIDO ÚLTIMO 
DEL ADVIENTO Y NAVIDAD
 
EL PUENTE: Una historia en seis minutos para aproximarnos a la afirmación central de nuestra fe cristiana: "Tanto amó Dios al mundo que le envío a su propio hijo para que todo el que crea en Él tenga vida eterna" (Jn 3,14-16)

A DESTACAR DEL ADVIENTO PARROQUIAL
·  Los sábados de Adviento tendremos especialmente presente a María (la que mejor esperó a Jesús): a las 10.30 orando con ella los laudes, a las 11 celebrando la eucaristía de su Hijo, a las 7 de la tarde contemplando los misterios del rosario y cantando la salve al final de las 7.30 de la tarde.
·  Del 30 de noviembre al 8 de diciembre: novena de la Inmaculada. Comenzará a las 7 de la tarde (no habrá el domingo día 6).
·  El sábado día 19 habrá un retiro en la Parroquia a partir de las 10.30. Una oportunidad para saborear con tranquilidad de la Buena Noticia de un Dios que nos ama hasta hacerse niño.
·  El domingo día 20 de diciembre llevaremos un pequeño belén al monte. Habrá eucaristía en la iglesia a las 10.30; al acabar iremos caminando (unos 45 minutos) hasta un montecillo de los alrededores; al llegar pondremos el belén, cantaremos algunos villancicos, compartiremos algo “comestible” que llevemos y… regresaremos a nuestros hogares para comer. ¡Animaros a participar toda la familia: padres, hijos, abuelos…!

·  El martes 22 de diciembre a las 8 de la tarde habrá una celebración del sacramento de la reconciliación para prepararnos interiormente para acoger al Dios hecho Niño en Belén. ¡Dejémonos alcanzar por el perdón sanador de Dios!


·  Este tiempo que precede a la Navidad es muy propicio para tener presentes a los más pobres (sin recursos económicos, enfermos, solos…) y compartir con ellos nuestro tiempo, nuestro dinero… Habrá una colecta especial para Caritas el tercer domingo (día 13). También podemos participar en la Campaña “compartir” entregando en la parroquia dinero o alimentos no perecederos.


·  Es época también para ir poniendo el belén en nuestros hogares (podemos ir colocando una figura cada semana: 1ª cuna; 2ª mula y buey; 3ª san José; 4ª Virgen María; Nochebuena: Niño Jesús). Se puede participar en el concurso de belenes haciendo la inscripción en la Parroquia. Se agradecería también la colaboración para poner el belén de la Parroquia.


Una última sugerencia: participar en el concurso ¿Qué te dice, transmite, contagia, sugiere la imagen de la Virgen del Contenedor? Obsérvala en la iglesia y/o en el montajillo de imágenes que tienes a continuación (puede leerse una impresión personal en la entrada tercera de este blog), escribe lo que te sugiere y envíalo al correo parroquiadelrosarioburgos@yahoo.es o entrégalo en la Parroquia




UN TEXTO PARA PROFUNDIZAR EN EL SENTIDO CRISTIANO DEL ADVIENTO


PARA VIVIR CRISTIANAMENTE EL ADVIENTO
Reflexiones de Benedicto XVI

Sentido del Adviento
El Adviento y la Navidad han experimentado un incremento de su aspecto externo y festivo profano tal que en el seno de la Iglesia surge de la fe misma una aspiración a un Adviento auténtico: la insuficiencia de ese ánimo festivo por sí sólo se deja sentir, y el objetivo de nuestras aspiraciones es el núcleo del acontecimiento, ese alimento del espíritu fuerte y consistente del que nos queda un reflejo en las palabras piadosas con que nos felicitamos las pascuas. ¿Cuál es ese núcleo de la vivencia del Adviento?
Podemos tomar como punto de partida la palabra «Adviento»; este término no significa «espera», como podría suponerse, sino que es la traducción de la palabra griega parusía, que significa «presencia», o mejor dicho, «llegada», es decir, presencia comenzada. En la antigüedad se usaba para designar la presencia de un rey o señor, o también del dios al que se rinde culto y que regala a sus fieles el tiempo de su parusía. Es decir, que el Adviento significa la presencia comenzada de Dios mismo. Por eso nos recuerda dos cosas: primero, que la presencia de Dios en el mundo ya ha comenzado, y que él ya está presente de una manera oculta; en segundo lugar, que esa presencia de Dios acaba de comenzar, aún no es total, sino que está en proceso de crecimiento y maduración. Su presencia ya ha comenzado, y somos nosotros, los creyentes, quienes, por su voluntad, hemos de hacerlo presente en el mundo. Es por medio de nuestra fe, esperanza y amor como él quiere hacer brillar la luz continuamente en la noche del mundo. De modo que las luces que encendamos en las noches oscuras de este invierno serán a la vez consuelo y advertencia: certeza consoladora de que «la luz del mundo» se ha encendido ya en la noche oscura de Belén y ha cambiado la noche del pecado humano en la noche santa del perdón divino; por otra parte, la conciencia de que esta luz solamente puede —y solamente quiere— seguir brillando si es sostenida por aquellos que, por ser cristianos, continúan a través de los tiempos la obra de Cristo. La luz de Cristo quiere iluminar la noche del mundo a través de la luz que somos nosotros; su presencia ya iniciada ha de seguir creciendo por medio de nosotros. Cuando en la noche santa suene una y otra vez el himno Hodie Christus natus est, debemos recordar que el inicio que se produjo en Belén ha de ser en nosotros inicio permanente, que aquella noche santa es nuevamente un «hoy» cada vez que un hombre permite que la luz del bien haga desaparecer en él las tinieblas del egoísmo (...) El niño‑Dios nace allí donde se obra por inspiración del amor del Señor, donde se hace algo más que intercambiar regalos.
Adviento significa presencia de Dios ya comenzada, pero también tan sólo comenzada. Esto implica que el cristiano no mira solamente a lo que ya ha sido y ya ha pasado, sino también a lo que está por venir. En medio de todas las desgracias del mundo tiene la certeza de que la simiente de luz sigue creciendo oculta, hasta que un día el bien triunfará definitivamente y todo le estará sometido: el día que Cristo vuelva. Sabe que la presencia de Dios, que acaba de comenzar, será un día presencia total. Y esta certeza le hace libre, le presta un apoyo definitivo.
Alegraos en el Señor
Alegraos, una vez más os lo digo: alegraos”. La alegría es fundamental en el cristianismo, que es por esencia evangelium, buena nueva. Y sin embargo es ahí donde el mundo se equivoca, y sale de la Iglesia en nombre de la alegría, pretendiendo que el cristianismo se la arrebata al hombre con todos sus preceptos y prohibiciones. Ciertamente, la alegría de Cristo no es tan fácil de ver como el placer banal que nace de cualquier diversión. Pero sería falso traducir las palabras: «Alegraos en el Señor» por estas otras: «Alegraos, pero en el Señor», como si en la segunda frase se quisiera recortar lo afirmado en la primera. Significa sencillamente «alegraos en el Señor», ya que el apóstol evidentemente cree que toda verdadera alegría está en el Señor, y que fuera de él no puede haber ninguna. Y de hecho es verdad que toda alegría que se da fuera de él o contra él no satisface, sino que, al contrario, arrastra al hombre a un remolino del que no puede estar verdaderamente contento. Por eso aquí se nos hace saber que la verdadera alegría no llega hasta que no la trae Cristo, y que de lo que se trata en nuestra vida es de aprender a ver y comprender a Cristo, el Dios de la gracia, la luz y la alegría del mundo. Pues nuestra alegría no será auténtica hasta que deje de apoyarse en cosas que pueden sernos arrebatadas y destruidas, y se fundamente en la más íntima profundidad de nuestra existencia, imposible de sernos arrebatada por fuerza alguna del mundo. Y toda pérdida externa debería hacernos avanzar un paso hacia esa intimidad y hacernos más maduros para nuestra vida auténtica.
Así se echa de ver que los dos cuadros laterales del tríptico de Adviento, Juan y María, apuntan al centro, a Cristo, desde el que son comprensibles. Celebrar el Adviento significa, dicho una vez más, despertar a la vida la presencia de Dios oculta en nosotros. Juan y María nos enseñan a hacerlo. Para ello hay que andar un camino de conversión, de alejamiento de lo visible y acercamiento a lo invisible. Andando ese camino somos capaces de ver la maravilla de la gracia y aprendemos que no hay alegría más luminosa para el hombre y para el mundo que la de la gracia, que ha aparecido en Cristo. El mundo no es un conjunto de penas y dolores, toda la angustia que exista en el mundo está amparada por una misericordia amorosa, está dominada y superada por la benevolencia, el perdón y la salvación de Dios. Quien celebre así el Adviento podrá hablar con derecho de la Navidad feliz bienaventurada y llena de gracia. Y conocerá cómo la verdad contenida en la felicitación navideña es algo mucho mayor que ese sentimiento romántico de los que la celebran como una especie de diversión de carnaval.
Estar preparados...
En el capitulo 13 que Pablo escribió a los cristianos en Roma, dice el Apóstol lo siguiente: “La noche va muy avanzada y se acerca ya el día. Despojémonos, pues, de las obras de las tinieblas y vistamos las armas de la luz. Andemos decentemente y como de día, no viviendo en comilonas y borracheras, ni en amancebamientos y libertinajes, ni en querellas y envidias, antes vestíos del Señor Jesucristo...” Según eso, Adviento significa ponerse en pie, despertar, sacudirse del sueño. ¿Qué quiere decir Pablo? Con términos como “comilonas, borracheras, amancebamientos y querellas” ha expresado claramente lo que entiende por «noche». Las comilonas nocturnas, con todos sus acompañamientos, son para él la expresión de lo que significa la noche y el sueño del hombre. Esos banquetes se convierten para San Pablo en imagen del mundo pagano en general que, viviendo de espaldas a la verdadera vocación humana, se hunde en lo material, permanece en la oscuridad sin verdad, duerme a pesar del ruido y del ajetreo. La comilona nocturna aparece como imagen de un mundo malogrado. ¿No debemos reconocer con espanto cuan frecuentemente describe Pablo de ese modo nuestro paganizado presente? Despertarse del sueño significa sublevarse contra el conformismo del mundo y de nuestra época, sacudirnos, con valor para la virtud y la fe, sueño que nos invita a desentendernos a nuestra vocación y nuestras mejor posibilidades. Tal vez las canciones del Adviento, que oímos de nuevo esta semana se tornen señales luminosas para nosotros que nos muestra el camino y nos permiten reconocer que hay una promesa más grande que la el dinero, el poder y el placer. Estar despiertos para Dios y para los demás hombres: he ahí el tipo de vigilancia a la que se refiere el Adviento, la vigilancia que descubre la luz y proporciona más claridad al mundo.
Juan el Bautista y María
Juan el Bautista y María son los dos grandes prototipos de la existencia propia del Adviento. Por eso, dominan la liturgia de ese período. ¡Fijémonos primero en Juan el Bautista! Está ante nosotros exigiendo y actuando, ejerciendo, pues, ejemplarmente la tarea masculina. Él es el que llama con todo rigor a la metanoia, a transformar nuestro modo de pensar. Quien quiera ser cristiano debe “cambiar” continuamente sus pensamientos. Nuestro punto de vista natural es, desde luego, querer afirmarnos siempre a nosotros mismos, pagar con la misma moneda, ponernos siempre en el centro. Quien quiera encontrar a Dios tiene que convertirse interiormente una y otra vez, caminar en la dirección opuesta. Todo ello se ha de extender también a nuestro modo de comprender la vida en su conjunto. Día tras día nos topamos con el mundo de lo visible. Tan violentamente penetra en nosotros a través de carteles, la radio, el tráfico y demás fenómenos de la vida diaria, que somos inducidos a pensar que sólo existe él. Sin embargo, lo invisible es, en verdad, más excelso y posee más valor que todo lo visible. Una sola alma es, según la soberbia expresión de Pascal, más valiosa que el universo visible. Mas para percibirlo de forma vida es preciso convertirse, transformarse interiormente, vencer la ilusión de lo visible y hacerse sensible, afinar el oído y el espíritu para percibir lo invisible. Aceptar esta realidad es más importante que todo lo que, día tras día, se abalanza violentamente sobre nosotros. Metanoeite: dad una nueva dirección a vuestra mente, disponedla para percibir la presencia de Dios en el mundo, cambiad vuestro modo de pensar, considerar que Dios se hará presente en el mundo en vosotros y por vosotros. Ni siquiera Juan el Bautista se eximió del difícil acontecimiento de transformar su pensamiento, del deber de convertirse. ¡Cuán cierto es que éste es también el destino del sacerdote y de cada cristiano que anuncia a Cristo, al que conocemos y no conocemos!».

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