lunes, 9 de noviembre de 2009

5. CAMINANDO HACIA LA LUZ

En el contexto del mes de noviembre en el que la Iglesia nos invita a orar con confianza y cariño por nuestros difuntos os invito a leer esta breve narración que puede ayudarnos a afrontar la muerte propia y la de nuestros seres queridos con menos miedo y con más esperanza.



Sucedió que en un seno materno fueron concebidos dos gemelos. Pasaron las semanas y los gemelos fueron creciendo. A medida que fueron tomando conciencia de su situación, su alegría rebosaba:
- “Dime. ¿No es increíble que vivamos? ¿No es maravilloso estar aquí?”
Los gemelos empezaron a descubrir su mundo. Cuando encontraron el cordón que les unía a su madre y a través del cual les llegaba el alimento, exclamaron:
- “¡Tanto nos ama nuestra madre que comparte su vida con nosotros!”
Y así fueron pasando las semanas y luego los meses. De repente se dieron cuenta de cuánto habían cambiado.
- “¿Qué puede significar esto?”, preguntó uno de los gemelos.
- “Esto significa –respondió el otro- que pronto no cabremos aquí dentro. No podemos quedarnos aquí; naceremos”.
- “En ningún caso quiero verme fuera de aquí, -objetó el primero-. Yo quiero quedarme para siempre aquí”.
- “Reflexiona. No tenemos otra salida –dijo su hermano-. Acaso haya otra vida después del nacimiento”.
- “¿Cómo puede ser eso? –repuso el primero-. Sin el cordón de la vida no es posible vivir. Además, otros antes que nosotros han abandonado el seno materno y ninguno de ellos ha vuelto para decirnos que hay una vida tras el nacimiento. No, con el nacimiento se acaba todo. Es el final”.
Estuvo un buen rato dando vueltas a estas palabras en su corazón y quedó profundamente preocupado. Después compartió con su hermano su preocupación:
- “Si la concepción acaba con el nacimiento, ¿qué sentido tiene esta vida aquí? No tiene ningún sentido. A lo mejor resulta que ni existe una madre como siempre hemos creído”.
- “Si que debe existir –protestaba su hermano-. De lo contrario ya no nos queda nada”.
- “¿Has visto alguna vez a nuestra madre? –preguntó el primero-. A lo mejor sólo nos la hemos imaginado. Nos la hemos inventado para podernos explicar mejor nuestra vida aquí”.
Así, entre dudas y preguntas, sumidos en una gran angustia, trascurrieron los últimos días de los dos hermanos en el seno materno.
Por fin llegó el momento del nacimiento. Cuando los gemelos dejaron su mundo, abrieron los ojos y lanzaron un grito de alegría inmensa. Lo que vieron superó sus más atrevidos sueños.


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